Las viñas entre los muros torreados: el arrabal de Soave
Soave, protegido por las murallas medievales y denominado por su castillo, fue durante siglos un lugar militar y de defensa. Sin embargo, el verdadero "señor" de estas tierras fue (y sigue siendo) el néctar dorado de las viñas cultivadas en las laderas que lo rodean.
Paseando lentamente a lo largo de muros a seco, envueltos por las enredaderas y la pasiflora, de a poco se nos va desvelando la imponencia del castillo, la sarta de sus torres y el desarrollo anular de los patios internos. El acceso al castillo se presenta como una puerta del tiempo: al cruzarla, se nos conceden antiguas sagas de capitanes y señores.
El encanto queda intacto paseando sin rumbo por el pueblo: el palacio de Justicia, el Palacio del Capitán, las pequeñas iglesias, inesperados jardines, bodegas y enotecas a cada paso. Este es Soave, aquí todo es armonioso, sobrio, sereno: incluso su nombre evoca una condición de real dulzura y calidad, que es la del vino y también la de la vida.
La experiencia será completa sólo después de haber saboreado los dos vinos locales, el Soave Clásico y el Recioto, que fijarán, con percepciones de gusto y olfato, el recuerdo de esta tierra acogedora, fértil y antigua.
Se aconseja llevar calzado cómodo.